#53 - Radical Help
Cómo dejar de resolver los problemas del siglo XXI con mentalidad industrial
En los próximos envíos me centraré en el gran tema del momento: cómo podemos mejorar como humanos en la Era de la IA. Hay algunas lecturas interesantes al respecto que quiero compartir. Además, atendiendo al feedback recibido, vienen versiones más ligeras y frecuentes.
🏭 Radical Help: abandonando la mentalidad industrial
Aunque lleva escrito ya seis años, pocos libros me han conectado más, me han obligado a reinventar mi forma de pensar, que Radical Help, de la británica Hilary Cottam, de quien ya hablé en episodios pasados. El argumento del libro, que aborda la situación del Estado del Bienestar en el Reino Unido, aunque se puede extrapolar a otros muchos países, no puede ser más simple, aunque contundente. No se trata de mejorar el sistema actual: se trata de abandonar la mentalidad industrial que lo parió.
El modelo roto: ayudar sin escuchar
El libro es una denuncia. Vivimos atrapados en una paradoja: cuanto más se sofisticaron nuestros sistemas de ayuda, más lejos se situaron de las personas. Las soluciones nacen en oficinas, no en las salas de estar. Se diseñan programas desde la distancia, ignorando las voces, los ritmos y las realidades de quienes supuestamente se quiere ayudar.
El relato de Stan, un hombre mayor que solo quiere compartir la música que ama, ilustra esta desconexión. Su deseo no cabe en los formularios, ni en las métricas de impacto. Sin embargo, es profundamente humano. Y ahí está la clave: lo que transforma no es la intervención técnica, sino la relación significativa. No es un nuevo plan de acción, sino una conversación sincera. No es un programa piloto, sino una tarde con Sinatra.
Cuando gestionar se convierte en el problema
El libro relata cómo, durante décadas, nos han enseñado que los grandes problemas sociales se resuelven con estructuras grandes: más departamentos, más protocolos, más evaluaciones. Pero esa lógica de control y segmentación nos ha llevado a un callejón sin salida. Como si cada persona pudiera reducirse a una casilla, el Estado del Bienestar ha terminado gestionando necesidades más que potenciando vidas.
El resultado es un sistema en el que las personas no se sienten apoyadas, sino acosadas por un enjambre de profesionales que no se hablan entre sí.
La verdadera crisis del Estado del Bienestar no es solo de recursos, sino de vínculos. Nos acostumbramos a ver al ciudadano como un caso, una incidencia, un número en una lista de espera. Y olvidamos que toda transformación sostenible nace de un lazo humano.
Hilary Cottam no idealiza el pasado. Reconoce los logros de un modelo que, en su día, fue revolucionario. Pero también señala que su tiempo ha pasado. Que la lógica de la fábrica, con sus turnos, jerarquías y productividad medida al milímetro, no sirve para nutrir comunidades resilientes.
Diseñar desde la vida, no desde la lógica
En los capítulos, el libro propone una metodología, inspirada en el Design Thinking, para hacer esto posible. La propuesta de Cottam es radical en su sencillez: empezar por las personas. Tiene estos cuatro pasos:
Escuchar antes que diagnosticar.
Construir desde la confianza antes que desde el control.
Prototipar relaciones, no servicios.
Y entender que la transformación social no se mide en informes, sino en vidas que florecen.
Este cambio no requiere más dinero, sino otra mentalidad. Una que valore la colaboración sobre la eficiencia, la creatividad sobre la obediencia, el cuidado sobre el cumplimiento. Una mentalidad viva, en lugar de una industrial.
No se trata de utopías ni de teorías futuristas. Los experimentos que narra Cottam ya están ocurriendo. En barrios humildes, en redes comunitarias, en iniciativas pequeñas pero poderosas. Como briznas que rompen el asfalto, emergen nuevas formas de ayuda que no separan a los que dan y a los que reciben, porque todos necesitamos, en distintos momentos, del apoyo mutuo.
La pregunta, entonces, no es si podemos arreglar lo que hay. El desafío es: ¿estamos dispuestos a dejarlo atrás? Porque abandonar la mentalidad industrial no es nostalgia ni romanticismo. Es un acto de coraje colectivo. Un paso hacia una sociedad que no se limita a reparar lo que duele, sino que cultiva lo que da vida.
Y quizás, en ese acto compartido, volvamos a encontrar lo esencial: la posibilidad de una vida buena, tejida desde la dignidad, la relación y la esperanza compartida.
Leo tus opiniones en los comentarios.
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